A veces intentamos separar lo espiritual de lo práctico, como si pudieran habitar en mundos distintos. El dinero por un lado, la conciencia por otro. Pero tras mucha observación he llegado a una conclusión sencilla: es imposible dividirlos.
Piensa en esa cafetería que siempre está vacía. Podríamos imaginar que hace mal marketing, que su café es pésimo o que el trato deja que desear. Y puede que, en la superficie, sea cierto. Pero si miramos más profundo, descubrimos algo más sutil: la vibración del lugar y de quienes lo habitan es baja. Y los clientes —aunque no lo sepan explicar— lo sienten. Por eso se van. No a una cafetería mejor, sino a una que vibra diferente.
Podríamos decir que el dueño es tacaño y compra el café más barato, o que los camareros son antipáticos. Pero para mí eso es consecuencia, no causa. Quizás ese no era el propósito del dueño, y por eso elige lo más barato. Quizás el barista no está alineado con esa profesión, y solo busca un sueldo. Si pudiéramos ver lo que hay detrás de esa taza de café, veríamos solo desalineación. Porquería vibracional, por decirlo claro.
Porque no compramos productos ni servicios. Compramos energía.
Vamos a esa pastelería donde el pan huele a amor, porque hay alguien que amasa con alegría. Elegimos estudiar en lugares donde se respira vocación. Y buscamos amistades que, aunque no se parezcan a nosotros en la forma, comparten nuestra frecuencia.
¿Por qué nos hacen sentir bien?, ¿por qué hay platos que nos emocionan?, ¿por qué unas empresas florecen mientras otras se marchitan?
Porque vibran alto. Porque viven en coherencia.
Y como te adelantaba en el título: no somos tontos. Aunque nuestra mente no se dé cuenta, nuestro radar interior sigue funcionando. Percibimos mucho más de lo que creemos.
Esto también ocurre con los libros —una de mis pasiones—. Las palabras vibran. Cada frase, cada capítulo, tiene una carga invisible. Y esa suma, esa vibración, se acerca más al amor o al miedo. Por eso conectamos con ciertos libros, aunque no los entendamos del todo. Por eso algunos venden más: no por su técnica, sino por su alma.
A veces, al escribirte, no estoy del todo seguro de que lo que traigo sea interesante o preciso. Pero como trato de hablar desde la verdad, casi siempre siento que llega. Porque tu radar funciona, incluso cuando mis palabras no son perfectas.
Querida lectora, querido lector: te animo a que vibres alto, que ames todo lo que hagas, y que lo que hagas pueda ser amado por otros. Esta vida es solo un ratito, y no merece la pena dejar basura energética por el camino.
La magia está dentro de nosotros, aunque a veces nos empeñemos en esconderla.
Qué forma tan luminosa de recordarnos lo esencial.
He leído tu texto despacio, con esa atención que solo reservamos a las cosas que vibran alto, como tú bien dices. Y sí, lo sentí. Sentí la verdad detrás de cada línea, la intención limpia, la mirada que no juzga pero observa.
Me he quedado pensando en esa cafetería vacía. Y en cuántas veces nos quedamos también nosotros vacíos por no escucharnos, por desalinearnos, por olvidarnos de que lo que ofrecemos al mundo no es lo que hacemos, sino la energía desde la que lo hacemos.
Gracias por recordarlo. Gracias por escribir desde el alma, aunque a veces —como dices— no estés seguro de que lo que traes sea perfecto. Justamente por eso conecta. Porque es humano. Porque es real.
Tremendo!!! Me encanta y vibro al 100% con cada palabra! Empecemos el lunes como se merece! Gracias por compartir 🔥